Aquella noche

lunes, 23 de julio de 2012


Era una noche lluviosa en la que debías mantenerte resguardado para que el frío y la humedad no te alcanzaran. Estaba yo en mi cuarto, vi la luz de un rayo iluminar mi habitación, luego de unos cinco segundos, se escuchó el gran estruendo. Eran no un poco mas de las dos de la mañana, aun no conciliaba el sueño, mientras, veía por la ventana el torrente de agua caer, confieso que me agradan las noches así, que podría mantenerme despierto hasta que cesara la lluvia, pero no era esa la razón por la cual aun no lograba dormir. Se trataba de ella y de su ingrata forma de pasear por mis pensamientos, danzaba con una bella melodía por toda mi mente como si fuera un salón de baile, debo admitir que se veía preciosa, llevaba un vestido azul, le llegaba hasta las rodillas, parecía una princesa, sólo le faltaba una tiara.
Se preguntarán cómo es físicamente, pues, es de piel blanca, sus ojos café oscuro, una nariz proporcionada a su rostro, de mejillas rosadas, su cabello negro; largo hasta la mitad de su espalda, no mide mas de un metro sesenta, esbelta y atlética, siempre sonriente, esa es ella. ¿Por qué pienso en ella? Se robó mi razón y a cambio dejó su imagen plasmada en mi mente, me considero demente por haberlo permitido. No me es posible amar, no de la manera en la que ustedes lo hacen, simplemente porque no me dan razones para hacerlo, sin razones no hay posibilidad de tal cosa o eso suponía, ella llegó y destruyó esta idea, en este instante es absurda la manera en que la amo, la manera en que la pienso y me brota una sonrisa de solo tenerla danzando en mi mente. No han pasado ni cinco minutos desde que cayó el ultimo rayo, llueve más fuerte y el estruendo de las gotas golpeando el techo, me hace pensar en aplausos, ella termina su danza y recibe un húmedo aplauso, lo sé, cuando pienso en ella no se me dan los chistes.



Me levanto, camino hacia la cocina en busca de algo para calmar mi hambre, hambre que aparece de repente, justo como ella... — ¿Qué haces aquí? — Vine a verte — Estas toda mojada, ¿Cuándo llegaste? — Hace poco, pensé que dormías, quería darte una sorpresa — Y vaya que lo has hecho.
Si, ella había llegado a verme, como si mi pensamiento me lo hubiera dicho "Deja de pensar en ella que está aquí".
Le busqué algo para que se secara, luego tomó de mi ropa y se la puso, en realidad, solo un suéter. Debo admitir que con eso se veía sumamente sexy y me provocaba mucho, probablemente lo había hecho a propósito, ella lo sabía.
Juntos en la cama, escuchando la lluvia caer, comenzamos a besarnos, tan lenta y apasionadamente que el ruido cesó, todo iba demasiado lento y cada uno de mis sentidos se agudizaron al máximo, sentía su piel delicada, era como la seda, sus besos dulces, deliciosos, suavemente fui penetrando su ser, escuchaba su aliento entrecortado, sentía como me apretaba mas fuerte. Le besaba lentamente el cuello y acariciaba sus senos desnudos, hacíamos el amor, nos convertíamos en uno, me robaba el aliento, mi alma y mi ser.
Aquella noche, la noche en la que mi deseo se cumplió, se hizo realidad y ni siquiera lo pedí.



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