Un recuerdo

sábado, 11 de agosto de 2012


Entre la pureza de un recuerdo y la magia de un adiós, afloran los mas profundos sentimientos.

Me encontraba sentado a la orilla de un muelle, estaba esperándola, había dicho que necesitaba hablar conmigo. Mientras esperaba, miraba el horizonte, como el sol caminaba por entre las nubes y se acercaba al glorioso mar, se tornaban colores maravillosos en aquel lugar, la belleza es infinita incluso la de un atardecer.
Escuché unos pasos, la madera del muelle chirriaba demasiado, a veces creía que se iba a romper, pero no había sucedido nada así en años, aunque nunca había visto a una persona con sobrepeso caminando en él. Me di vuelta para observar quien se acercaba, la luz del sol hacia ver sus rasgos mucho mas bellos, era preciosa y se acercaba despacio, al ver que la miraba, agachó su cabeza, supuse que le dio pena, suele ser así, logré observar como una sonrisa se contorneaba en su rostro, eso me hizo sonreír, sentí una eternidad en esos pasos, creí que nunca llegaría, pero ahí estaba, de pie a mi lado, luego se sentó y me dio un beso.
—Te ves preciosa —dije sonriendo.
—Tu... Estas despeinado —soltó una carcajada. —Eso me gusta —dijo entre risas.
—No me llevo bien con los objetos para peinar —dije mientras la abrazaba.
En ese momento paró de reír y puso su cabeza sobre mi hombro.
—Debo decirte algo —dijo con voz triste.
—Si es tan malo, como para hacerte dejar de reír y hacer que estés triste, no me lo digas —dije preocupado.


—Es muy malo —añadió con voz entrecortada.
—Pues entonces seamos felices mientras podemos —le dije mientras la abrazaba mas fuerte.
Entonces levantó su cabeza y me miró, sus ojitos cristalinos llenos de lagrimas me dieron una puñalada en el corazón, sentí un gran dolor al ver lo que en realidad iba suceder, sólo bastaba una mirada para comprender lo que me decía. La besé en la frente, en su nariz y sellé sus labios, nada podía quitarnos nuestro amor, ella me abrazo fuerte.
—Nunca te dejaré de amar y si lo hago, será el día en el que el sol se extinga —dijo mientras sonreía nuevamente.
—Ya te saqué lo poeta, que bueno soy en esto —ella soltó una carcajada, en realidad nunca decía cosas como esas pero cuando lo hacía era por convicción y porque se sentía segura. —Sabes muy bien que no cabe dentro de mi la posibilidad de tal cosa, no dejaré de amarte —añadí.
—Lo sé —dijo con un tono de felicidad.

Nos levantamos, caminamos, bajamos el muelle, nos acercamos a la playa, ya estaba anocheciendo, entonces contamos en cuanto tiempo encenderían las luces del muelle 5... 4... 3... 2... 1... Y allí estaban, encendidas.
Eran muchas cosas las que habíamos pasado en aquel lugar, nos traían tantos recuerdos, sonreímos por habernos conocido justo donde estábamos en ese momento. Caminamos despacio por la orilla de la playa, en silencio, agarrados de la mano y mientras salían las estrellas en el cielo, las nubes habían desaparecido, era una noche totalmente limpia. Nos sentamos en un lugar al que nadie iba, sólo nosotros dos conocíamos ese bello lugar, donde el reflejo de la luna se paseaba por el mar. Comenzamos a besarnos, dejando nuestra ropa de lado, estábamos desnudos, la penetré suavemente, ella se aferraba a mi cerrando sus piernas a mi alrededor, la besaba, sentía su suave piel, nos dimos vuelta, estaba encima de mi, me veía a los ojos, sonreía y volvía a besaría con pasión, sus besos tan dulces, nos ahogamos en nuestro amor...
Aquel día fue la ultima vez que la vi, ha pasado mucho tiempo y no puedo ver a nadie como la veo a ella, nadie podrá jamás significar lo que ella significa, por esa razón no busco mas y espero paciente a su regreso.

Aquel día fue nuestro adiós y nuestro dulce recuerdo.

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